¡Pinooo! ¡Pinooo!-El grito acompasado de su mujer le sobresaltó e hizo que soltara el cincel con el que modelaba una de sus figuras. Se levantó del taburete a la vez que sacudía su ropa para quitarse las virutas de madera y salió del taller.
Entró en la cocina buscando a Giovanna pero allí sólo estaba el gato que subido a la encimera vigilaba las burbujas que salían del rissotto que se encontraba encima del fuego.
Pasó por el comedor camino del patio, pero en ninguno de los dos sitios encontró a su mujer. Así que se dirigió hacia la habitación y allí estaba ella.
Se quedó atónito mientras la contemplaba estirada en la cama con tan sólo un negligé rojo que dejaba al descubierto su espeso y rizado vello púbico.
-¿Qué haces¿-Le preguntó un poco asustado.
-¿Tu qué crees?-Le dijo ella con una sonrisa lasciva-Esperándote Pino mío.
-Pero es muy temprano-Farfulló Pino, retrocediendo hacia la puerta.
Ella se incorporó en la cama y gritó-¡Déjate de tonterías y ven aquí ahora mismo!
Se acercó obediente hasta el lecho y se quedó inmóvil mientras su mujer desabrochaba los tres botones de su bragueta.
-Ven amor mío y hazme feliz-Le dijo acariciando su entrepierna.
-¡Giovanna cara! Aún no puedo-Gimió Pino-La muerte de papa está muy reciente y mi corazón aún llora por él.
-Y que tendrá que ver el corazón con la polla, digo yo-Contestó Giovanna, ya mosqueada, mientras no dejaba de intentar alegrar a su Pinnito.
Por fin se dio por vencida, pero una idea traviesa pasó por su cabeza, y sonriendo de nuevo, agarró a su marido del cuello y acercando su rostro a su frondoso monte de venus le ordenó con un susurro apasionado.
-¡Miénteme Pinocchio!
Entró en la cocina buscando a Giovanna pero allí sólo estaba el gato que subido a la encimera vigilaba las burbujas que salían del rissotto que se encontraba encima del fuego.
Pasó por el comedor camino del patio, pero en ninguno de los dos sitios encontró a su mujer. Así que se dirigió hacia la habitación y allí estaba ella.
Se quedó atónito mientras la contemplaba estirada en la cama con tan sólo un negligé rojo que dejaba al descubierto su espeso y rizado vello púbico.
-¿Qué haces¿-Le preguntó un poco asustado.
-¿Tu qué crees?-Le dijo ella con una sonrisa lasciva-Esperándote Pino mío.
-Pero es muy temprano-Farfulló Pino, retrocediendo hacia la puerta.
Ella se incorporó en la cama y gritó-¡Déjate de tonterías y ven aquí ahora mismo!
Se acercó obediente hasta el lecho y se quedó inmóvil mientras su mujer desabrochaba los tres botones de su bragueta.
-Ven amor mío y hazme feliz-Le dijo acariciando su entrepierna.
-¡Giovanna cara! Aún no puedo-Gimió Pino-La muerte de papa está muy reciente y mi corazón aún llora por él.
-Y que tendrá que ver el corazón con la polla, digo yo-Contestó Giovanna, ya mosqueada, mientras no dejaba de intentar alegrar a su Pinnito.
Por fin se dio por vencida, pero una idea traviesa pasó por su cabeza, y sonriendo de nuevo, agarró a su marido del cuello y acercando su rostro a su frondoso monte de venus le ordenó con un susurro apasionado.
-¡Miénteme Pinocchio!
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